El Enemigo Interior

La otra Campaña Imperial de Gironheim

La Realidad se desdobla

Megalitos de los baumenvolk en el río Stir

Imlorilian se observaba la mano púrpura con una mezcla de miedo y asco. Dos días antes un sectario la había atacado con un hechizo al zarpar de Kemperbad. La maldición le transformó la mano en un apéndice de color púrpura con los dedos brillando de forma antinatural. Y al volver la mano a la normalidad el mundo a su alrededor cambió de forma extraña: todos sus acompañantes habían desaparecido de la barcaza. Ni rastro del ladrón, ni la boticaria con la niña. Ni rastro de la copiloto que le estaba tejiendo una imponente nueva túnica. Ni de la túnica misma.

También había desaparecido cualquier rastro de la cazadora de brujas y sus cosas. Era como si no hubieran existido nunca y estuvieran en su mente como quedan los recuerdos de una pesadilla.

Lian se sintió aliviada. Sentía que se había desprendido de una carga incómoda. Nunca acabó de encajar en el grupo. Sin darle muchas más vueltas se miró de nuevo la mano para comprobar una vez más que todo era normal, y encogiéndose de brazos se dirigió a las velas, ajustó los aparejos y tomó el timón rumbo a Unterbaum. Quizá en los Cerros Yermos se encontraba la respuesta a todos los sucesos que había vivido desde que abandonó Laurelorn.

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